“Porque mi carne es verdaderamente comida, y mi sangre es verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él”
(Jn 6:48, 55-56).
"Yo soy el pan de vida”. Estas palabas de Jesús son motivo de reflexión profunda principalmente en la temporada de Pascua. Porque ellas enfatizan un aspecto central de nuestra iniciación cristiana e incluso, de nuestro diario vivir como discípulos de Jesús. Sin embargo, estas palabras pueden parecer casi causales para muchos de los cristianos del siglo XXI. Cuando Jesús continúa diciendo: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él” (Jn 6,56), muchas de las personas que Lo han seguido hasta este punto, se alejan y regresan a su vida anterior. ‘Debieron haber pensado que El estaba sugiriendo alguna forma de canibalismo’. No obstante, Jesús insiste en que comer su carne y beber su sangre es una forma esencial de permanecer en El.
En el evangelio de San Juan, Jesús habla de permanecer en El en otras dos ocasiones. La primera instancia está en el capítulo 5 en referencia a Sus palabras: “Mis palabras no permanecen en ti”, y por lo tanto, la gente no reconoció Su autoridad. Más tarde, en la Última Cena, dirá a sus discípulos: “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá” (Jn 15, 7). En segundo lugar, nuevamente en la Última Cena, Jesús presenta una hermosa imagen de la vid y las ramas. Lo que llama particularmente la atención de esta imagen, es el rasgo de la permanencia mutua: “Permaneced en mí, como yo permanezco en vosotros” (Jn 15, 4). Reflexionando sobre este restante místico, el Papa Francisco observó:
Sin Jesús no podemos hacer nada, como las ramas sin la vid. Y Él - que el Señor me permita decir, como que sin nosotros, parece que el Señor, no puede hacer nada, porque las ramas dan el fruto, no el árbol, la vid. En esta comunidad, en esta intimidad de “permanecer”, que da fruto, el Padre y Jesús permanecen en mí y yo permanezco en Ellos. Lo que viene a mi mente es decirles: ¿qué “necesita” la vid de las ramas? Es tener fruto. ¿Qué es la “necesidad”, digámoslo así, con un poco de atrevimiento, qué “necesita” Jesús de nosotros? Testimonio.
Volviendo ahora a Juan 6:56, Jesús nos recuerda: “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en Mí y Yo en él”. En nuestra recepción de la Santísima Eucaristía, no solo recibimos al Señor Jesucristo, sino que El también nos recibe y permanece en nosotros. Lo que nos queda es dar mucho fruto, lo cual es conformar nuestras vidas más profundamente en Cristo.
En los primeros siglos de la Iglesia, dos mártires en particular ilustran de manera vibrante el fruto de este remanente Eucarístico. San Ignacio de Antioquía deseaba ser molido como trigo por las fieras en la arena para convertirse en el “pan puro” de Cristo. San Policarpo, mientras lo quemaban en la hoguera, parecía que olía “no como a carne que se quema, sino como a pan recién horneado” y esa era la esencia del olor a incienso que había en el aire. Para estos dos mártires y otros cristianos heroicos, participar del Pan de Vida, era la forma de permanecer en el Señor. Esta permanencia mutua los llevó a dar el último testimonio de derramar su sangre por Cristo.
A medida que comenzamos a regresar sanos y salvos a nuestras parroquias para celebrar juntos la Eucaristía dominical, creo que volveremos a experimentar el poder de esa permanencia mutua en el Señor en nuestras vidas personales y en conjunto con la Iglesia en su totalidad. Ciertamente, el Señor permaneció en nosotros con su Palabra durante el tiempo de la pandemia cuando necesitábamos participar en la Santa Misa en línea. Sin embargo, las palabras de Jesús de que tenemos vida en Él solo si comemos Su carne y bebemos Su sangre deberían impulsarnos a buscar permanecer en Él de la manera más profunda: en la santa Comunión. Así como los antiguos israelitas tenían que comer el cordero pascual para participar en la acción salvadora del Señor, de la misma manera, a través de la Alianza nueva y eterna; a menos que comamos su carne y bebamos su sangre, no tendremos vida entre nosotros.
Jesús nos invita a este mutuo permanecer de la manera más profunda en la Eucaristía, el Pan de Vida. ¿Cuál es el fruto que daremos? Nuestro Santo Padre dice: testimonio. Permanecer en Jesús en la Santísima Eucaristía serán testimonio de que sin el Señor no se puede hacer nada.