Existe una tradición en Roma durante la temporada navideña, en donde la gente acostumbra hacer un recorrido, una “peregrinación” y visitar las parroquias locales de la ciudad, para ver las diversas escenas del nacimiento del niño Dios o belenes. Muchos de ellos tienen un elaborado diorama con luces parpadeantes, figuras animadas, complementados con arcos y columnas antiguas que parecen desmoronarse y le dan un sabor romano único. Se destacan muy especialmente, los pastores con sus ovejas porque ellos fueron los primeros en acudir a adorar al Señor en Belén. Ya sea que contemplemos el belén más sencillo o el más elaborado esta Navidad, nos invita a hacer un viaje con los pastores.
No se sabe mucho a cerca de la tradicional Misa de Navidad al alba, celebrada en las primeras horas de la mañana, a la que se le llama la “Misa del Pastor”. El Evangelio de esta Misa especial conmemora el momento en que los pastores, que ya han escuchado el mensaje del ángel y han visto a la multitud del cortejo celestial, señalándoles el camino hacia Belén. Se quedan de nuevo en la oscuridad de la noche, mientras que los ángeles regresan a su reino celestial.
Podemos imaginar que después de haber visto el espectáculo celestial tan glorioso como aterrador, los pastores se sintieron sorprendidos, mal vestidos y que al quedarse nuevamente en su entorno familiar oscuro y tranquilo, sintieron alivio. Sin embargo, cada pastor llevaba dentro de sí el glorioso resplandor de ese tremendo anuncio, decreto. Todavía asombrados, se reunieron para compartir lo que habían visto y oído y luego partieron en busca de la señal que les habían dicho. Como ellos, la gracia de la proclamación de la Navidad en la Liturgia de la Palabra debe seguir brillando en nuestros corazones mientras caminamos juntos en la oscuridad de este mundo.
Transeamus usque ad Bethlehem, et videamus hoc verbum, quod factum est. “Vayamos a Belén para ver esto que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer” (Lk 2:15). Al traducir la Biblia del griego al latín, San Jerónimo tradujo la palabra “cosa” con verbum, “palabra” (el griego ῥῆμα significa “expresión”) y no sin una buena razón. Reconoció que San Lucas aludía discretamente a la Encarnación, el “Verbo hecho carne” en la “señal” que se les dice a los pastores que busquen, literalmente, la “palabra que ha sucedido”. De hecho, no encontraron un signo, sino la Verdadera Presencia, que yacía en un abrevadero en Belén (que significa Casa del Pan), sin duda una prefiguración de Jesús en la Eucaristía.
La escena debe haber sido crudamente ordinaria sin nada del aura de una carta de Hallmark. Aún así, los pastores discernieron y reconocieron que habían encontrado el cumplimiento del mensaje del ángel y anunciaron a todos a su alrededor las maravillas que les habían sido contadas (Lk 2:20).
Existe un interesante paralelismo entre el viaje de los pastores y el de la Encarnación misma. El Verbo Eterno (Logos) dejó Su Gloria para adentrarse en las tinieblas de nuestro mundo, asumiendo la debilidad de nuestra naturaleza humana para emprender un camino hacia nosotros, con el fin de llevarnos de regreso con Él. Para nosotros, el encuentro con la Verdadera Presencia de Jesús en la Palabra y en el Sacramento (el Verbo hecho carne) nos impulsa a salir a buscar a aquellos que no han escuchado la Buena Nueva y a proclamar las gloriosas obras de Dios.
“Vayamos a Belén ...” Estas palabras tocan un tema significativo en la Iglesia de hoy: la Sinodalidad (caminando juntos). Al recibir el anuncio glorioso de la Palabra, somos llamados, como los pastores en la noche de Navidad en comunión, a discernir juntos los “signos de los tiempos” escuchando al Espíritu Santo, que señala el camino y nos envía en misión a la oscuridad para ser luz en el mundo.
“Aprendemos a escuchar la voz de Dios meditando sobre las Escrituras, especialmente el Evangelio, celebrando los sacramentos, sobre todo la Eucaristía, y acogiendo a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los pobres…. La liturgia Eucarística es el paradigma del discernimiento comunitario: antes de escucharse los unos a los otros, los discípulos deben escuchar la Palabra”. (Comisión Teológica Internacional, Sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia, n. 109, c.)
El camino de los pastores refleja nuestro propio camino sinodal como Pueblo Peregrino de Dios. Cuando contemplemos a los pastores en los diversos nacimientos o belenes que encontramos en esta Navidad, regocijémonos, como ellos, ante el anuncio glorioso del misterio navideño y, con ese mismo resplandor en el corazón, partamos juntos hacia la oscuridad con Dios. El verso final de un villancico inglés del siglo XV nos convoca:
E
ntonces dejemos toda esta alegría mundana, Y sigamos este alegre nacimiento: Transeamus. (Déjanos ir)