Al empezar la Cuaresma quiero invitar a todos los fieles de la Diócesis de Corpus Christi, y me incluyo en la invitación, a embarcarnos en un viaje que puede transformarnos y acercarnos más a Dios. Me refiero a orar por la gente que nos ha lastimado, por aquellos que han dejado de ser nuestros amigos, a rezar por cada uno de ellos, nombrándolos. A través de mi vida, he experimentado que una verdadera conversación tiene sus raíces en la oración.
Espero que nuestro viaje cuaresmal nos ayude a cambiar, desde dentro de nosotros mismos y nos transforme por medio de la oración, entrega y ayuno.
Uno de mis pasajes bíblicos favoritos es el de una carta de San Pablo que dice: “…fue por nuestro bien, que Dios hizo a Jesús, quien nunca supo de pecado alguno, paraqué por medio de Él, nosotros nos convirtiéramos a Dios en Él. (Jesús)” Este pensamiento es tan querido para mi, porque expresa el inmenso amor de Dios. Por otra parte, el pasaje viene a ser muy apropiado para este tiempo de transformación. Nos ayuda a identificar los dones que Dios le ha dado a cada uno de nosotros. También a aceptar al Hijo de Dios en nuestras vidas, quien, por amor, a pesar de ser Dios, se humilló, para convertirse en uno de nosotros. Que lo hizo incluso, hasta el punto en que, sin cometer pecado, experimentó sus efectos; todo por amor y el bien de nosotros. Jesús conoce nuestras luchas, Él sabe cuáles son nuestras tentaciones. Que amor tan increíble. Un Dios que nunca nos abandona, por el contrario que permanece entre nosotros hasta el fin de los tiempos. Cristo Jesús el Hijo de Dios, a quien celebramos en la Eucaristía cada domingo a través del profundo acto de la Encarnación, El que vino a ser Uno con nosotros.
Pasamos este tiempo de Cuaresma preparándonos para el gran misterio de salvación, de redención, de vida eterna. Mientras nos preparamos para la Pascua, recordemos que es un misterio que incluye tres días. Pongámoslo en el calendario. Será maravilloso encontrar cada parroquia llena durante el Triduo Pascual. Asistamos a celebrar y a caminar con Jesús por su sendero y redescubrir la belleza de su amor.
En el Jueves Santo, recordaremos el momento en que el Señor instituyó la Eucaristía, durante La Ultima Cena, por primera vez. En el Viernes Santo, vayamos a darle gracias a Jesús por su sacrificio de amor hacia nosotros. En el Sábado Santo, el servicio es largo, pero vayamos comprometidos y renovados para vivir la liturgia, con corazones agradecidos, corazones preparados en el viaje cuaresmal, corazones que entienden el impacto del amor de Dios. Es Dios quien nos invita hoy como siempre a una relación con Él. Dios quien nos da vida eterna.
De nuevo, la Semana Santa celebra el gran misterio de Aquel que se hizo semejante al pecado, quien a pesar de no conocer el pecado sufrió por nosotros, nos dio su cuerpo y su sangre, murió en la Cruz para transformarnos y para darnos vida eterna. Este es el misterio por el cual somos los hijos especiales de Dios. Reconozcamos Su amor, no lo desperdiciemos. Permitámonos regresar a Dios. Ser amor del uno para el otro.