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BUENOS AIRES, Argentina (CNS) -- Oscar Justo, de 60 años de edad, mendiga por billetes y monedas desde un punto alto contiguo la parroquia San José en el Barrio de Flores, vecindario donde nació el papa Francisco.
Como el cardenal Jorge Mario Bergoglio de Buenos Aires, el papa Francisco pasaba por allí a menudo, caminando desde la parada de autobús o subiendo a la superficie desde una cercana estación del tren subterráneo. Pero él siempre se tomaba el tiempo para saludar a Justo, ofrecerle una bendición y darle unos cuantos pesos.
"Él siempre me dio algo ... a veces 100 pesos ($20)", dijo Justo, quien perdió ambas piernas en un accidente ferroviario.
Tales historias de bondad abundan en Buenos Aires, donde el papa Francisco fue arzobispo durante 15 años hasta que fue elegido papa el 13 de marzo. Los porteños, como los locales son conocidos aquí, llegaron a conocer al papa Francisco como un prelado sin pretensiones, que tomaba el transporte público, mostraba preocupación por los pobres y retaba a las autoridades.
El nuevo papa es mayormente presentado como un papa para la gente pobre y común. Pero una imagen más compleja, como sacerdote, administrador y aficionado al fútbol, nos llega desde Argentina, donde los vendedores ahora ofrecen fotos y carteles de él y donde los peronistas, el movimiento político fundado por el expresidente Juan Perón y su segunda esposa, Eva Perón, han cubierto Buenos Aires con carteles que lo proclaman uno de los suyos.
Él ascendió en la iglesia, algo atribuido a su fuerza de personalidad y capacidad de recordar nombres y rostros.
"Él tiene una memoria prodigiosa", dijo padre Andrés Aguerre, viceprovincial jesuita en Argentina. "Le dices tu cumpleaños una vez y se acuerda".
En la Arquidiócesis de Buenos Aires el papa Francisco adoptó la actitud de que la iglesia debe estar en la calle. Él construyó capillas y misiones en zonas pobres y envió seminaristas a servirlas.
A menudo él habló en contra de la injusticia, como el trato a los trabajadores migrantes de países vecinos y a aquellos que son atraídos hacia el comercio sexual y en contra de asuntos sociales tales como el aborto y el matrimonio homosexual.
Él criticó al fenecido presidente Néstor Kirchner y a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien fue sucesora de su esposo en el 2007, y su manera de hacer política, formando grupos de patronato en vez de aliviar la pobreza, él alegó. Ellos respondieron yendo a otras iglesias en vez de a la catedral para ceremonias importantes.
"Salieron hacia las provincias ... donde había una iglesia más amigable", dijo José María Poirier, director de la revista católica El Criterio, que ha entrevistado al papa Francisco frecuentemente durante los años.
"Aquí en Buenos Aires él era un hombre políticamente en desacuerdo con el gobierno, muy querido por los pobres y por los miembros de la oposición. ... Pero fundamentalmente él es pastor y un hombre político", él dijo.
"Bergoglio es muy exigente. ... Él exigía mucha disciplina y obediencia. Él también se consideraba a sí mismo intérprete privilegiado de san Ignacio de Loyola y esto causó controversia", dijo Poirier. "A la mitad (de los jesuitas) él le gustaba mucho, pero la mitad no quería nada con él".
Gabriel Castelli, miembro de la junta directiva de la Pontificia Universidad Católica de Argentina, dijo que el nuevo papa "siempre ha tenido la habilidad de decir lo que piensa".
Él le daba prioridad a darles atención a sus sacerdotes. Tenía un teléfono celular reservado sólo para los casi 4.000 sacerdotes diocesanos, y cada mañana se reservó una hora para tomar sus llamadas.
"Él estaba muy comprometido con sus sacerdotes, lo cual es difícil con una arquidiócesis tan grande", dijo Castelli.
Muchos en la iglesia, como Poirier, hablan de las destrezas administrativas de él en Buenos Aires.
"Él no es un intelectual (como el papa Benedicto), sino un hombre de gobierno, con grandes habilidades políticas y administrativas", dijo Poirier.
Los sacerdotes tenían que mantener sus parroquias en orden, dijo Poirier.
Él dijo que el papa Francisco prefería más los arrabales que la alta sociedad, nunca cenaba afuera ni iba a fiestas; cocinaba para sí mismo y leía vorazmente. A él le gustaba especialmente la literatura latinoamericana y las novelas de Fyodor Dostoyevsky. No usaba la computadora ni el correo electrónico y escuchaba en la radio los partidos de su equipo favorito de fútbol, el ??San Lorenzo.
Barrio de Flores es un vecindario de clase obrera. El padre del nuevo papa era trabajador ferroviario y su madre ama de casa. Cuando joven, el papa estudió en las escuelas públicas, lo cual incluyó certificación técnica como químico.
Él regresaba a menudo al barrio, a la parroquia San José, donde estaba programado para celebrar la Misa del Domingo de Ramos.
En San José algunos feligreses compartieron recuerdos.
"Él siempre llevaba sus propios bolsos", recuerda Zaira Sánchez, de 72 años de edad.
Después de la Misa "la gente esperaba afuera y él los bendecía a todos ellos y hablaba con ellos" antes de partir en el transporte público, ella dijo.
Él también sacaba tiempo para las causas, como la Fundación Alameda, que procuraba el apoyo del papa Francisco para su trabajo contra la explotación de los migrantes que trabajan en Argentina. También trabaja para evitar que las mujeres migrantes sean atraídas al comercio sexual.
La directora de la fundación, Olga Cruz, conocía al entonces cardenal; él bautizó a los dos hijos de ella, que ya no eran bebés, después que ella se lo pidió personalmente.
"Él dijo que sería un honor", recordó Cruz, nativa de Bolivia.
El papa Francisco abrazaba la causa de los migrantes, haciendo declaraciones públicas y celebrando Misa para la fundación.
"Él me dijo: 'No tengas miedo' ... que puedo enfrentar esto", dijo Cruz a Catholic News Service.
Cruz también recordó que él venía enseguida a proveerles apoyo espiritual y moral a las mujeres rescatadas del comercio sexual que a veces eran refugiadas en parroquias.
Los feligreses de San José mostraron emociones mixtas sobre el papa Francisco teniendo que partir de Argentina para responder a un llamado superior.
"Una vez que te conocía te conocía de por vida", dijo Gloria Koen, feligresa de San José de 73 años de edad. "Lamentablemente tuvimos que compartirlo con el mundo".