El 13 de febrero, el Papa Francisco cumplió con su deseo de orar en silencio ante la imagen milagrosa de la Virgen de Guadalupe. Era un sueño que el Papa tenia desde mucho tiempo.
Después de celebrar la primera misa de su viaje papal a México el 13 de febrero el Papa se dirigió a la “camarín” (“el cuarto pequeño”) detrás del altar mayor de la basílica dedicada a la Virgen María. El manto milagroso, que normalmente se enfrenta a la congregación, se puede dar vuelta para permitir un momento más personal de veneración.
Después de poner un ramo de rosas amarillas en frente de la imagen, el Papa se sentó en silencio rogando con los ojos cerrados y la cabeza inclinada. Después de aproximadamente 20 minutos, el Papa se levantó, puso su mano sobre la imagen y se apartó de la pequeña habitación.
Cerca de 12.000 personas llenaron la basílica para la misa papal y otras 30.000 estaban viendo en las pantallas instaladas en el patio exterior. Construido en 1976, la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe se encuentra cerca de la colina del Tepeyac, el sitio de las apariciones de María a San Juan Diego en 1531. Con unos 12 millones de personas que visitan cada año, es el más popular santuario mariano del catolicismo.
En su homilía, el Papa reflexionó sobre la lectura del Evangelio, que recuerda la visita de María a su prima Isabel y la humildad de María al decir “sí” a la voluntad de Dios. El Papa dijo, que era una respuesta “que la impulsó a dar lo mejor de sí misma, yendo al encuentro de los demás”.
Esa misma humildad le llevó también a aparecer a un indígena pobre, el Papa dijo. “Del mismo modo que se obligó a presentarse a el pequeño Juan, también sigue revelándose a todos nosotros, especialmente a aquellos que se sienten—como él—’inútil’”, dijo el Papa.Recordando la milagrosa aparición de la imagen de María, Francisco señaló que a través de un milagro, “Juan apreció en su propia vida ¿qué es esperanza, y que es la misericordia de Dios”?
El Papa dijo que a pesar de los sentimientos del santo indígena de insuficiencia, María lo eligió para “supervisar, cuidar, proteger y promover la construcción de este santuario”.
“De esta manera, María despertó algo que Juan no sabía cómo expresar, una verdadera bandera del amor y la justicia: nadie podía quedar fuera en la construcción de ese otro santuario: el santuario de la vida, el santuario de nuestras comunidades, nuestras sociedades y nuestras culturas”, el dijo.
El verdadero santuario de Dios, añadió, es la vida de sus hijos, especialmente a los jóvenes sin futuro, los ancianos que son no se reconocen y son olvidados y familias que no tienen ni las necesidades más básicas.
“El santuario de Dios son los rostros de las muchas personas que encontramos cada día”, dijo el Papa.
Francisco dijo que los que sufren no lloran en vano y sus sufrimientos son una oración silencia que se eleva al cielo, “siempre encontrando un lugar en el manto de María”.
Al igual que San Juan Diego, los cristianos están llamados a ser embajadores de María y consolar a los que están colmados por pruebas y sufrimientos, el Papa dijo.
“ ‘¿No soy yo tu madre? ¿No estoy aquí contigo?’ María nos dice esto de nuevo. Vayan y construyan mi santuario, ayúdenme a levantar la vida de mis hijos e hijas, sus hermanos y hermanas”, dijo el Papa.
Francisco celebra la misa en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México el 13 de febrero. Paul Haring, Catholic News Service |