El Obispo Mulvey, terminó recientemente la segunda charla sobre la Eucaristía, en preparación para el Congreso Eucarístico, que tendrá lugar en junio de este año. El tema de su presentación fue sobre La Eucaristía y la Palabra. Obispo Mulvey, por favor discuta con nosotros los pasajes de las Escrituras que nos hablan de que Jesús es el Verbo, tales como, “En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). ¿Cómo está Jesús presente en su Palabra?
Este es un tema importante, no solo para mí sino para que todos entendamos que Jesús está verdaderamente presente en Su Palabra. Él es lo que Dios ha pronunciado para nosotros. En el prólogo del Evangelio de Juan, él habla de Jesús, como del Verbo preexistente y Encarnado. Esta existencia de Dios en la Palabra ha sido siempre la fe de la Iglesia.
“Dei Verbum”, en el Concilio Vaticano II, parte del hecho de que Dios está presente en Su Palabra, es que Jesús también está presente en Su Palabra porque la Palabra de Dios crea. Cuando Dios habló, sucedió la creación. “Hágase la luz”, y la luz se hizo (Gn 1,3). Por eso, siempre hemos visto que el poder de Dios, la presencia de Dios, está en Su Palabra, especialmente la Palabra Encarnada en Jesucristo.
A San Agustín se le preguntó si Dios, Jesús, estaba más presente en su Palabra o en la Eucaristía, y contestó, que está presente en ambas. Como católicos, profesamos que Jesús está presente en la Eucaristía, en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Es el centro de nuestra fe. Por lo tanto, nos aseguramos y tenemos sumo cuidado de que ninguna partícula de la hostia caiga al suelo porque cada partícula es parte de toda la hostia, que es Jesús. San Agustín también decía que ninguna palabra de Dios se nos debe escapar, ni ser ignorada por nosotros porque en cada palabra está la presencia de Dios. Esta ha sido la fe de la Iglesia durante siglos. La revitalización de esta comprensión es especialmente crítica ahora, en nuestro tiempo presente.
Estamos en medio de la Cuaresma, y pronto será Pascua. En el pasaje de las Escrituras donde los discípulos van camino a Emaús, después de haber sido testigos de la muerte de Jesús, se encuentran con un hombre que camina por el mismo camino y que va a donde ellos van. Después de hablar con ellos y explicarles las Escrituras, los discípulos lo invitaron a quedarse con ellos porque ya era tarde y realmente no querían separarse de él. Mientras se sientan a comer, estos discípulos reconocen que es Jesús, y Jesús desaparece de entre ellos. Aquí es donde quiero centrarme. Se dicen unos a otros: “¿No ardía el corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino y nos abría las Escrituras?” (Lc 24,13-32). ¿Estas palabras pronunciadas por los discípulos de Jesús nos hablan del poder de la palabra de Dios?
Los discípulos en el camino a Emaús experimentaron a Jesús, a El mismo en persona. Sus corazones ardían porque las palabras que les hablaba eran El mismo, estaba presente. Mientras les explicaba las escrituras del Antiguo Testamento, les explicaba sobre El mismo. Y las palabras les quemaban porque era un encuentro con Jesús. Cada vez que leemos la Palabra de Dios, cada vez que oramos sobre la Palabra de Dios, cada vez que escuchamos los domingos la Palabra de Dios proclamada, estamos escuchando a Jesús. En el momento en que escuchamos la poderosa Palabra de Dios, debemos pedir esa gracia de la fe; entonces, esas palabras también arderán en nosotros. Arderán porque nos cambiarán, nos despertarán a algo nuevo. Por lo tanto, debemos esforzarnos por escuchar y comprender lo que Dios nos está diciendo. Invitemos al Espíritu Santo a que nos guie y nos ayude a escuchar para alcanzar un entendimiento. El Poder de la Palabra de Dios, radica en que es Él quien nos está hablando. Esta es nuestra Fe. Al escuchar y estar abiertos, Dios nos habla primero dentro de nosotros, para que luego podamos hablar con Él. Esto es algo que debemos practicar.
¿Cuán importante es para todos los católicos estar familiarizados con las Escrituras?
Todo cristiano debe encontrar a Jesús en las Escrituras y pasar tiempo con El. Una parte hermosa de nuestra fe siempre ha sido la presencia de Jesús en la Eucaristía. Y es apropiado que le demos tiempo a eso. También necesitamos proporcionar ese mismo tipo de tiempo a la presencia de Jesús en las Escrituras. Si podemos orar y entender aunque sea una frase de las Escrituras y permitir que Jesús arda dentro de nosotros, llegamos a un mayor amor por las Escrituras, lo cual es un camino que cada uno de nosotros necesita renovar. Puede que no entendamos cómo Jesús está presente en la palabra escrita de Dios, pero lo está. Aprender a meditar en humildad y silencio sobre un solo pasaje u oración puede abrir una conversación con Dios y puede hacer un cambio en nosotros.
Es cuestión de fe que veamos a Jesús presente en la Eucaristía, en el pan y el vino consagrados, convertidos en Su cuerpo y sangre. Eso es un acto de fe. Y nos entregamos a ello. Nos damos tiempo con ello. De la misma manera, es importante dedicar tiempo a la Escritura, a la presencia de Jesús en su Palabra, esa Palabra viviente, de la cual la Iglesia ha afirmado está Viva, durante siglos, desde el mero principio.