El 20 de junio de 2019 marca la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta fiesta celebra la presencia real de Cristo en la sagrada Eucaristía y señala el amor de Dios hacia nosotros.
Esta fiesta señala el amor de Dios hacia nosotros. Vemos este amor plenamente expresado en Jesús que dio su cuerpo y sangre por nosotros, en un memoria de su sacrificio en la Cruz. El don de su amor nos transforma en su cuerpo – la Iglesia. Esta solemnidad celebra, el don de Cristo, de sí mismo en la Eucaristía, y a nosotros que somos su cuerpo – la Iglesia.
La Iglesia nos ofrece un patrimonio inmenso de sabiduría para ayudarnos a comprender el significado de la Eucaristía.
En el Evangelio de Lucas leemos: “cuando llegó la hora, Jesús se sentó en la mesa y con el los apóstoles. Y les dijo: he deseado intensamente comer esta Pascua con ustedes antes de padecer; porque, les digo, nunca más volveré a comerla hasta que se cumpla el Reino de Dios. Jesús también tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y se los dio diciendo: este es mi cuerpo que será entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía. De la misma manera tomó el vino dando gracias lo bendijo y se los dio diciendo: Esta es mi sangre, sangre de la nueva alianza que será entregada por ustedes.” (LC 22:14-20)
Tomas de Aquino escribe que “la Eucaristía es el más grande milagro de Jesucristo. San Pedro Julián Eymard dice: “la Eucaristía... es la encarnación permanente, el sacrificio perpetuo de Jesús, la zarza ardiente que siempre arde en el altar, el verdadero pan de vida que diariamente desciende del cielo. “
Y el Concilio Vaticano II afirma que “la Santísima Eucaristía contiene toda la riqueza espiritual de la iglesia: Cristo mismo, nuestra Pascua y pan viviente. A través de su propia carne, que ahora es vida y da la vida por el Espíritu Santo, el ofrece vida a todas las personas.”
Juan tiene su propio modo de hablar sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía. Narra que Jesús se presenta como “pan de vida” y explica cómo puede ser que El es pan de vida: “el pan que les daré es mi carne y la daré por la vida del mundo...” (Jn 6, 51b).
San Juan Crisóstomo comenta sobre esto: “somos su propio cuerpo. De hecho, ¿qué es el pan? El cuerpo de Cristo. ¿Y qué pasa con los que comen este pan? Se convierten en el cuerpo de Cristo, no en varios cuerpos, sino en un único cuerpo. De hecho, así como el pan está hecho de muchos granos (de trigo) pero están tan unidos que ya no se ven los granos..., de la misma manera estamos estrechamente unidos entre nosotros y con Cristo.”
Dios en su inmenso amor permaneció con nosotros en la Eucaristía para darnos vida. Nosotros, a su vez, estamos llamados a ser sus testigos fuente a los demás, individualmente así como su cuerpo, su Iglesia. Lo hacemos cuando celebramos su conmemoración, el amor sacrificial en la Misa, cuando lo adoramos en el tabernáculo y compartimos nuestra fe mediante el testimonio de sus palabras. Todos estos son elementos importantes. Y, sin embargo, Dios nos pide aún más. Dios quiere que nos amemos unos a otros de la misma manera en que el nos amó, que hagamos viva la presencia de Cristo entre nosotros, que sea Cristo quien vive en nosotros-su cuerpo místico. Tratemos de vivir así. Pidámosle al Espíritu Santo que nos acompañe en el camino para que el mundo a nuestro alrededor nos pueda creer.