Estaban en una clase de sexto grado en la escuela Most Precious Blood. Un niño pequeño, como los niños de esa edad son propensos a hacer, estaba llegando a estirar la trenza de la niña sentada frente a él cuando oyó su maestra diciendo a la clase, “un día Patricio Serna va a ser un sacerdote católico.”
El niño se quedó sorprendido. Dirigiéndose a él, la profesora repitió: “Creo que vas a ser un sacerdote.” Había convicción en su voz. Había algo de verdad en lo que decía.
“Era como si ella quitó una frazada que estaba sobre mi corazón para revelar lo que había tenido siempre en mi corazón”, recordó el Padre Patrick Serna años después en la oficina de Nuestra Señora de Guadalupe en Sinton.
Al principio, pensó, “esto es cierto, es por eso que Dios me hizo.” Pero luego “quería llorar” porque era “triste ser un sacerdote, siempre solo y aburrido.”
“Pos su puesto, amaba sacerdotes, pero no quería ser uno.”
Pero los pensamientos del sacerdocio eran la cosa más lejana de la mente del niño pequeño. “Era muy travieso y siempre me metía en problemas”, dijo el Padre Serna. Una de sus bromas resultó en el castigo de expulsión de su clase de la preparación para el sacramento de confirmación.
Sin saber el niño, sin embargo, Dios lo había encargado a la protección de su profesora Dorothy Huff Haffey como su ángel guardián.
Mientras la señora Haffey tuvo un efecto permanente en su vida, especialmente su vida espiritual, en retrospectiva Padre Serna recuerda que otros también contribuyeron a su formación en la fe.
En primer lugar, sus padres Zeke y María Serna quien lo registraron en la escuela católica y insistían de que él y su hermano David y hermana Erika asistían a misa todos los domingos. La iglesia siempre fue importante en la casa Serna.
Su pastor, el Monseñor William Kinlough siempre le dio consistencia a su formación en la fe con visitas a sus clases todos los días desde pre-kinder hasta el sexto grado. Y luego existía su asistente pastor, el Padre Michael Burke, un ex monje trapense, que vivía en una “cochera” en el medio del patio de la escuela.
Años más tarde, cuando Serna entró en el seminario, el Padre Burke le platicaba a la gente que el no estaba sorprendido ya que cuando era un muchacho Serna iba a su casa para hacerle preguntas acerca de Dios y de la oración y pedirle si le prestaba libros.
Pero fue la señora Haffey que se encontraba en el centro de su desarrollo espiritual. Padre Serna dice que ella era su primero “director espiritual”. Cuando graduó de la Escuela Most Precious Blood ella le dio una copia del libro “Mi pan de cada día.” En la contratapa escribió: “Recuerda siempre que la elección de nuestro Bendito Señor realiza una garantía de la felicidad en esta vida y la siguiente. Pero la felicidad no significa ausencia de dolor. Sólo significa la seguridad de estar poseído por nuestro Alfa y Omega -nuestro principio y nuestro fin. Que el Espíritu Santo siempre ilumine tu camino. “
Serna pronto descubrió que el Espíritu Santo y la señora Haffey “estaban tirantes”.
Después de la secundaria, mientras asistía a Del Mar College, Serna se vio obligado llamar a la señora Haffey por teléfono casi todos los días culminándose con una invitación a almorzar un día. Él le dijo a la profesora que iba a matricularse en el seminario. Él no iba a ser sacerdote, le dijo, sólo iba a ser un seminarista hasta que lo corrieran o hasta cuando dejara de hacerlo. “Sólo quiero que Dios me deje solo,” le dijo.
“Dios me está guardando para un último trabajo antes de que Él me llame a su hogar. Creo que esto es la tarea,” le dijo la Sra. Haffey a Serna.
En la siguiente mañana le llamó para darle las gracias. Más tarde ese día, su hija Ann le llamó para decirle que su madre había muerto cuando estaba hablando por teléfono con él. Tuvo un ataque de corazón cuando colgó el teléfono. Serna salió para el seminario Holy Trinity con un corazón triste.
Esta no fue la última tragedia que enfrentó. Poco después, su hermano murió de una sobredosis de anestesia en una cirugía rutina. Para empeorar las cosas, un sacerdote en el seminario le dio un consejo espiritual malo, diciéndole que Dios no contesta oraciones.
“Tuve una crisis de fe, me sentí como si estuviera perdiendo la fe,” dijo el Padre Serna.
Padre Serna recuerda haber pedido a la señora Haffey que le enviara una señal cuando se fuera al cielo. Ella le contestó que si iba al cielo y si Dios lo permitía, si le enviaría una señal. La señal se produjo tres años después de su muerte.
Mientras asistía a la misa con un amigo en St. Pius X se encontró con la hija de la señora Haffey, quien le dio las gracias por acordarse de su madre. Él se quedó perplejo hasta que se enteró de que era la misa del tercer aniversario de muerte de la Sra. Haffey.
“Fue muy casual o providencial,” dijo el Padre Serna.
Serna buscó un lugar para darle orden a sus pensamientos y se hallo en Half Price Books donde se detuvo delante de un estante y sacó el primer libro que vio, que resultó ser uno que había estado buscando para comprar-el libro de G . K. Chesterton sobre la vida de San Francisco de Asís. Al abrir el libro para buscar el precio, se sorprendió al leer que había pertenecido a “Dorothy Huff Haffey.”
“Mama no te dio cualquier libro, te dio ‘el libro’. Ella quería asegurarse de que no tuvieras ninguna duda,” le dijo Ann Haffey a Serna después de que el le platico lo que había sucedió. Era el libro sobre el santo patronal de la señora Haffey.
La seña de la Sra. Haffey fue el comienzo de lo que el Padre Serna llama su “año de alivio.” Se fue a los campos misioneros de México, donde trabajó entre los más pobres de los pobres. Era el “año más rico” de su vida, “vivir en la pobreza de México.” Se sintió atraído por la simplicidad, era una forma de vida pura. En este año de restablecimiento descubrió convicción.
“Dios quería que yo fuera un sacerdote, pero por primera vez yo quería ser sacerdote,” dijo el Padre Serna. “Hasta ese momento yo estaba siempre en lucha con Dios.”
Mientras el Padre Serna enfrentó a sus demonios internos y luchó con frecuentes ataques de duda, en última instancia, predominó todas las adversidades y se convirtió en un sacerdote. Fue esta adversidad que le ayudo en la comprensión de que la voluntad de Dios se va hacer.
Toda su conflicto fue para hacerlo un mejor sacerdote, dijo Serna.
“Como está escrito en el libro de los Proverbios, el hierro con hierro se afila, y el hombre fortalece el hombre.”
Su consejo a los seminaristas y aquellos que están considerando una vocación, ya sea para el sacerdocio, la vida religiosa o el matrimonio, es que es “mejor tener tus dudas antes de decir ‘sí, quiero’.”
“Es infinitamente mejor tener estas preguntas ahora,” dijo el Padre Serna. “Es importante y bueno que tengan estas luchas ahora. Si no los tienes ahora vas a tenerlos después.”
Luego de regresar a Corpus Christi de su año en México, el Obispo Roberto Gonzáles lo envió al Pontificio Colegio Norteamericano en Roma para completar su formación en el seminario. Su conflicto interno se había resuelto, pero esto no significaba que sus problemas de la vida habían terminado.
Cuatro años más tarde, días antes de su regreso de Roma para ser ordenado sacerdote, recibió una llamada urgente de su padre diciéndole que su hermana Erika estaba gravemente enferma y que necesitaba regresar a casa inmediatamente. Encontró a Erika, de 22 años en ese momento, luchando con una rara forma de cáncer. Sin embargo, todavía fue capaz de asistir y ser una de los lectores en su ordenación.
La familia regresó a Houston, donde Erika iba a tener cirugía. Como sacerdote ahora se le permitió estar con ella en la sala de pre-operativo y la confirió sacramentalmente con el aceite de los enfermos.
“En ese momento escuché una voz decir ‘Padre, Padre, Padre, Padre haga el favor de venir a escuchar mi confesión. Yo soy una monja católica y quiero ir a la confesión’. Fue entonces cuando sentí la profunda realidad del don que Dios me había dado, es decir, el don del sacerdocio ordenado.
“Me di cuenta, entonces, que mi familia primaria ya no se limitaba a mis padres y hermana. Me di cuenta en ese momento que era ahora una parte muy real e intrínseco de una gran familia espiritual.”