He visto muchas caras de la pobreza en mis viajes con Catholic Relief Services (CRS), primero como miembro de la junta y ahora como presidente, al visitar proyectos alrededor del mundo donde trabajamos con los más pobres de los pobres, tratando de ayudarles a mejorar sus vidas.
Frecuentemente los rostros de la pobreza no van de acuerdo a las ideas preconcebidas. Por ejemplo, frecuentemente sonríen. A veces cantan y ríen. Este no es el caso después de desastres que han devastado comunidades o serias sequías que han causado amplia hambruna o casos de violencia que han desterrado a gente de sus comunidades colocándolos en campos de refugio. Sin embargo frecuentemente, cuando uno visita un pueblo donde la gente está apenas sobreviviendo con lo que tienen- y más de mil millones de personas viven con menos de un dólar al día – aunque se nota la necesidad, ellos no necesariamente se ven desesperanzados.
Lo que se ve es personas como usted o como yo, que anhelan un mejor futuro para sus niños. Se observan personas que quieren tener lo suficiente para comer, encontrar tratamiento cuando están enfermos, y tener cuidado cuando son ancianos. Pero a pesar de la incertidumbre, ellos todavía emanan la alegría del amor de una familia, el apoyo de una comunidad, y la profundidad de su fe. Eso es lo que les hace sonreír, lo que los hace cantar de alegría, y pone humor en sus palabras.
La pobreza es compleja. Por eso nos apoyamos en un principio importante de las enseñanzas sociales católicas: el desarrollo humano integral. Esto significa que no podemos pasar por desapercibido cualquier parte de la persona: física, psicológica, política, espiritual. Todas van de la mano.
¿Como funciona eso en la práctica? Si usted escuchara sobre niños que no van a la escuela usted podría decidir construir escuelas y contratar maestros. La falta de educación es un tema muy amplio: casi mil millones de personas iniciaron el siglo XXI sin poder leer un libro o escribir su nombre. Más de 100 millones de niños de edad escolar no van a la escuela.
A veces para lograr que los niños vayan a la escuela es necesario construir un pozo. Ya que algunos de esos niños no van a la escuela porque sus familias los necesitan para acarrear agua, lo que puede tomar varias horas si el pozo está lejos de sus viviendas. Perforar un pozo cercano facilita el acceso al agua. Los niños pueden ir a la escuela. Y a la vez se aborda otro problema muy extenso en el mundo subdesarrollado: casi mil millones de personas no tienen acceso a agua sin contaminación.
Los niños pueden no ir a la escuela porque están enfermos y necesitan una clínica de salud. Cada seis millones de niños menores de cinco años mueren de enfermedades que se pueden prevenir como malaria y diarrea. Su mal puede deberse a la falta de acceso a instalaciones con estándares sanitarios básicos, esa es la situación para más de 2.5 mil millones de personas en el mundo actualmente. Otra causa puede ser que no tienen suficiente para comer, esa es la realidad para 800 millones de personas diariamente.
Se ha visto progreso. En el 2011, se estimó que unos 6.9 millones de niños murieron antes de cumplir los cinco años, comparado a unos 12 millones en 1990. Esto aún es trágico pero estamos progresando.
Aún con una escuela, los niños pueden necesitar ser alimentados. Tal vez necesitan aprender sobre higiene para prevenir enfermedades gastrointestinales. Todas estas cosas deben considerarse para combatir la pobreza. De eso se trata el desarrollo humano integral.
Trabajando con los pobres se aprende a hacer esto correctamente. Por eso CRS siempre crea coaliciones con grupos locales, frecuentemente católicos. Los grupos locales nos ayudan a asegurar que los programas y servicios que CRS provee satisfacen las necesidades de cada comunidad asistida. Eso requiere aceptar a los pobres de manera equitativa, y comprender que ellos saben mejor que uno que es lo que necesitan para salir del ciclo de la pobreza.
(Carolyn Y. Woo. Ph.D. es presidente y CEO de Catholic Relief Services.)