El obispo Mulvey da bendición a participantes en le retiro de sanación en la parroquia de Our Lady of Perpetual Help.
Luisa Scolari para el South Texas Catholic
El sábado 10 de Octubre, y como seguimiento a lo que el Papa Francisco pidió en el Congreso Mundial de las Familias, la parroquia de Our Lady of Perpetiual Help ofreció un retiro de sanación para familias. El retiro empezó con el Obispo Michael Mulvey celebrando una misa en español y siguió con una serie de conferencias.
Oradores invitados incluyeron el Diácono Jorge González de la Diócesis de Brooklyn, New York, el Padre Frank Martínez pastor de la parroquia Our Lady of Perpetiual Help y el Padre E. Julián Cabrera, pastor de Our Lady of Guadalupe en Alice. Dieron un nuevo impulso a las formas de enseñar el evangelio.
“Si buscas la sanación, es a través de Cristo Jesús en la Eucaristía y en la adoración a Jesús,” dijo el Padre Cabrera. El sacerdote dijo que los milagros los lleva Dios a cabo a través de nosotros mismos en las cosas cotidianas, simples, tangibles y tan comunes como el pan y el vino, para traer la sanación.
“A veces buscamos que otros llenen nuestra alma, cuando el único que nos la puede llenar es Cristo,” dijo el Padre Cabrera. “Cuando estamos vacíos y enfermos, Cristo en la Eucaristía nos da de comer y beber. Debemos unir nuestro sufrimiento al de Cristo en la cruz para la salvación y sanación de nuestra alma y de todo el mundo. Si buscamos sanación, el único que puede sanarnos y a nuestras familias es Cristo Jesús, por eso debemos abrirle nuestro corazón y reconocer que estamos enfermos.”
El Diácono González comenzó su presentación con una frase del Papa Francisco, “Lo más lindo que hizo Dios, fue la familia…¿Y a Su Hijo dónde lo mandó? ¿A un palacio, a una ciudad, a hacer una empresa? Lo mandó a una familia.”
El papa explico que Dios creó al pueblo como un acto de amor y lo puso en una familia, y toda la creación maravillosa se la entregó a una familia. Es por eso es que la familia es el lugar en que debemos de experimentar más plenamente el amor de Dios y compartirlo con los demás, ya que el amor de Dios transforma, libera, renueva, sana y ahuyenta el dolor y cuando toca la fibra de nuestro corazón, nos despierta, dijo el papa.
Al reconocer la dignidad de otras personas como hijos de Dios, nos convertimos en recipientes del amor de Dios y en el medio por el que este amor fluye hacia los otros, dijo el Diacono González.
“Dios quiere desbordar su amor en cada uno de nosotros de una manera plena, no limitada, pero nosotros para poder compartir y ofrecer ese amor, primero debemos experimentarlo, y cuando el amor de Dios nos invada, tendremos la capacidad de practicar la misma misericordia y paciencia que el siente por nosotros y podremos perdonar, servir y reconciliar,” dijo el diacono.
Este amor debemos vivirlo con el prójimo, con el que convive contigo y el más cercano es la familia. En todas la familias se presentan situaciones difíciles, roces y problemas que a veces escalan de nivel, pero cuando el amor de Dios reina en nuestros corazones nos ayudará a superarlos.
Vivimos en una sociedad en la que se promueve otro tipo de amor, un amor egoísta que busca la satisfacción personal, un amor que impone, el amor de mí y a través de mí, a diferencia de el amor de Dios que no es egoísta, es entrega. Si el amor de Dios no gobierna nuestro corazón, otro tipo de amor vendrá a llenarlo, un amor terrenal que vendrá a gobernar nuestras acciones y nuestros impulsos, dijo el Diacono González. Debemos permitir que el amor de Dios se haga presente en nuestro hogar, ya que debe de ser el cimento de toda familia.
“Me encantaría que volviéramos a la mesa dejando la televisión y teléfonos para poder compartir lo que somos, nuestros sueños e ilusiones y enfrentar los retos juntos como familia,” dijo el diacono. “Debemos desalojar estos ‘inquilinos’ que se interponen en la capacidad de comunicarnos y que han dividido y aislado a las familias ya que no favorecen el trato, el calor humano, el deseo de estar juntos haciendo nada, el rezar juntos como familia, ya que ‘la familia que reza unida, permanece unida’.”
Es necesario que la familia se renueve mediante la renovación de las cabezas–los padres–a través de la experiencia profunda del amor sanador, liberador y transformador de Dios. La gente debe recordar que en la parroquia se encuentra la familia extensa alrededor del altar compartiendo la Eucaristía y la fe.
Dios derrama su amor constantemente, no solo a veces. La abundancia de su amor–después de rebosar nuestro corazón–se derrama hacia a los de nuestro alrededor para que amemos como el quiere que amemos.
El amor de Dios impregna y nutre a los demás amores–a la pareja, a los hijos, al prójimo.
En su homilía el Obispo Mulvey menciono la invitación que el Papa Francisco ha hecho sobre la unidad. “Como Católico y como Iglesia estamos llamados a la unidad, a esa unidad que hace que la diferencia de cultura no nos separe pues tenemos una cultura más poderosa e importante, que es la cultura de Jesús,” dijo el Obispo Mulvey.
Como Católicos, dijo el obispo, todos pertenecemos a la cultura de Cristo y esto es lo que nos une. Tenemos un bautismo y una palabra del Señor. Esto es la cultura del Señor, quién en la unidad de la santísima Trinidad nos comunica la cultura de Dios.
“En esto somos uno. Recibimos el cuerpo y la sangre de nuestro Dios supremo, quien lleno de amor nos da su vida,” dijo el Obispo Mulvey. “Santa Clara nos pide que ‘Cada día nos contemplemos a nosotros mismos en la palabra de Dios como un espejo, porque la palabra de Dios somos nosotros’. Esta cultura entre nosotros es unidad, porque cuando recibimos la Eucaristía somos la familia de Dios con una sola cultura de Jesucristo.”
El 8 de Diciembre empieza el Jubileo Extraordinario de la Misericordia en que el santo padre nos da la oportunidad como diócesis y como familias de recibir la misericordia de Dios. Nos pide comunicar en nuestras familias la misericordia y la palabra de Dios. El papa dijo que “La misericordia es cosa central de la iglesia.”