Una Antorcha, encendida con el fuego del Cirio Pascual de la Basílica de Guadalupe en la ciudad de México, junto con dos imágenes, la de la Virgen de Guadalupe y la de San Juan Diego recorren en peregrinaje, calles, iglesias, misiones y catedrales de varios estados de México y Estados Unidos.
Con una historia de 22 años llegaron a la Catedral de Corpus Christi, donde La Virgen de Guadalupe es la Santa Patrona.
El mensaje que la Virgen le diera a Juan Diego a través de sus apariciones en 1531 sigue siendo un faro de esperanza que trasciende barreras y fronteras. Esa necesidad espiritual de alivio al caminar de la mano de Santa María de Guadalupe cobra fuerza entre las comunidades inmigrantes que recuerdan sus palabras: ¿“No estoy yo aquí que soy tu madre?, ¿No estás tu bajo mi sombra y resguardo?” (Según Nican Mopohua, el relato original del pedido de la Virgen a Juan Diego).
El propósito del grupo de peregrinos que acompañan la Antorcha Guadalupana marca el deseo por una reforma migratoria, que permita la reunión de las familias, en su mayoría de hispanos que viven en la Unión Americana.
“En todo veo los milagros que la Virgen de Guadalupe nos concede a su paso” dijo Dora Hidalgo quien durante 14 años coordinó la visita de La Antorcha Guadalupana a la Diócesis de Corpus Christi. “Es por la fe que quise traerla aquí, son mis raíces” dijo Dora. Actualmente y desde hace 6 años la visita de ‘La antorcha Guadalupana, es coordinada por Eddie Cruz, quien también se siente agradecido con la Madre de Dios por muchos favores recibidos y quien con entusiasmo enfatiza las tradiciones originales de los primeros devotos a la dulce Virgen del cerro del Tepeyac. Sus ritos expresan su amor en forma de oración tradicional, de la cultura de sus antepasados y como él muchos más quieren perpetuar estas tradiciones a través de sus hijos y nietos, por eso con atuendos especiales, plumajes y sonidos de tambores y caracoles, rinden homenaje a la Madre de Dios.
La peregrinación hizo un alto como en otras ocasiones, en la Catedral de Corpus Christi el pasado 22 de Octubre, donde el Padre Pete Elizardo les dio la bienvenida y celebró la Santa Misa. En su homilía enfatizó en la figura humilde del indio Juan Diego, quien con su vida nos representa a todos, como el elegido para llevar el mensaje, la petición de Nuestra Señora de Guadalupe, al Obispo Fray Juan de Zumárraga; la de construirle una casita para mostrarnos a su Hijo y así brindarles consuelo y esperanza, a un pueblo abatido por el sufrimiento y la esclavitud: “Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada en donde Lo mostraré, Lo ensalzaré y al ponerlo de manifiesto: Lo daré a las gentes en todo mi amor personal… porque allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas las diferentes penas, sus miserias sus dolores...” Nican Mopohua.
“Ustedes en su larga carrera entre México y Nueva York , se dan cuenta de cómo Dios cuida de sus vidas y de cómo se asisten los unos a los otros y muestran el amor en acción al reconocerse como hermanos” dijo el Padre Pete.
La imagen de la Virgen de Guadalupe, plasmada de forma sobrenatural en la tilma de Juan Diego, conquistó y evangelizó a miles de personas y continúa haciéndolo en nuestros días, pues para muchos cristianos es el llamado profundo a la evangelización de los pueblos. Su dulce y compasiva mirada, conquista los corazones, y gana la confianza de los fieles.
Este año, el tema que une a los peregrinos que acompañan ‘La Antorcha Guadalupana’ es por ‘La paz del planeta’ según dijo Lucia Romero quien acompaña a la Virgen cada año desde hace 13 años, en memoria de su hijo que fue inmigrante en Maryland.
“Salimos de la Basílica de Guadalupe en la ciudad de México el 4 de Septiembre a las siete de la mañana y llegaremos a celebrar en grande a la Santísima Virgen el 12 de Diciembre en Nueva York, porque es la fecha en que se conmemora su última aparición” dijo Lucia, añadiendo, “mi hijo participaba de este movimiento espiritual de esperanza para los inmigrantes y este recorrido fortalece mi fe y me hace sentir que mi hijo está muy cerca de mi”.
Los peregrinos, mensajeros de la Antorcha Guadalupana enfrentan muchos desafíos, por una parte las inclemencias del tiempo, el frio o el calor, la lluvia, la nieve y los vientos, también las dificultades al cruzar la frontera, pues muchos de ellos no lo logran, sin embargo encuentran multitudes que a su paso saludan y se muestran solidarios, se arrodillan, la tocan con devoción y le ofrecen rosas.
El fuego de la Antorcha simboliza la luz de la fe, la esperanza y el calor de la Madre Celestial. Las plegarias de los peregrinos buscan la intercesión de María de Guadalupe por la unidad de los pueblos, la comprensión y el respeto por las diferentes culturas y por las familias.
Es la Antorcha el símbolo de la Luz que alumbra el camino e ilumina la vida de cada uno, como la estrella que hace más de 2000 años anunció a los sabios del oriente la venida del Salvador y que los pastores vieron en Belén cuando nació el niño Dios. Esa misma Luz de comprensión, que los cristianos católicos identificamos cuando oímos decir: “A Jesús por María”.