Una falta de respeto por la vida humana, es la razón fundamental de nuestros problemas sociales y culturales de hoy en día. Nuestra propia Iglesia no queda inmune a ello. Los recientes escándalos nos recuerdan penosamente, cómo los continuos abusos cometidos por el personal de la iglesia han denigrado la dignidad humana de aquellos a quienes se confió su cuidado maternal.
Octubre es el "Mes de Respeto a la Vida". Es un recordatorio cada año que nos llama a ser conscientes del respeto, la belleza y la dignidad de la vida humana tal como Dios lo ha ordenado: a su imágen y semejanza.
El asesinato de un niño en el útero de su madre, es el principio de la peor forma de abuso humano, ya que ataca y toma la vida de un ser humano, que es completamente inocente y está totalmente indefenso. El respeto y la protección de la vida inocente, es el fundamento de una sociedad que respeta y cuida la vida en todas sus etapas y condiciones posteriores. Si la vida no se respeta primero que nada, en el útero; el respeto por la vida, corre peligro en los hogares, en las escuelas y en la sociedad en general. La difícil situación de las personas desamparadas sin hogar, la manera en que se trata a las familias vulnerables, a los ancianos y a los discapacitados a menudo dan testimonio de esta falta de respeto por la vida.
El Papa Francisco nos ha recordado los peligros de esta mentalidad de “la cultura de lo desechable,” donde todo, incluso la vida humana, se ve en términos de conveniencia. Él pregunta conmovedoramente: “¿Cómo es posible que se trate, como de poco interés noticioso, el caso de un anciano que muere de frío en la calle por su desamparo, mientras que por otro lado si es de gran importancia, que el mercado bursátil pierda dos puntos? Este es un caso de exclusión.” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium)
Sé que en nuestra Diócesis hay muchas personas que se preocupan y quieren marcar una diferencia en la vida de la gente especialmente entre las personas más vulnerables. Me pregunto; ¿qué medidas concretas se pueden tomar para conectarnos con niños y familias necesitadas en nuestras propias comunidades? ¿Qué puede acabar con el aislamiento y la falta de recursos de la comunidad que les impiden obtener la ayuda que realmente necesitan?
Reflexionando sobre estas cuestiones, pienso en los diversos grupos e iniciativas pro-vida que continúan trabajando para erradicar el aborto no solo de nuestras leyes, sino también de la mentalidad de nuestra sociedad, para construir una verdadera cultura de la vida. También pienso en nuestras bellas iniciativas locales como Corpus Christi Hope House y Gabriel Project que están salvando y transformando vidas. Solo el año pasado sirvieron a 4,000 personas. Ambos, alimentaron al hambriento, vistieron al desnudo y proporcionaron un hogar a aquellos que no lo tenían. Su misma existencia y testimonio está creando una cultura de vida en nuestra sociedad local. También hay otras agencias como Caridades Católicas y muchos otros ministerios que hacen un trabajo notable.
Buscando entender cómo poder responder mejor a estas preguntas, visité “¡Community First!” en Austin, (La Comunidad Primero). Es un pequeño pueblo que abarca una comunidad planificada de 27 acres que ofrece viviendas asequibles y permanentes y una comunidad de apoyo para discapacitados y personas crónicamente sin hogar en el centro de Texas.
Lo que me impresionó es que éste creativo programa residencial existe para amar y servir a personas que han vivido en las calles durante años. También están ayudando a la comunidad circundante a vivir un estilo de vida de servicio con las personas sin hogar.
Otra visita importante para mí fue el tiempo que pasé, recientemente, con los oficiales de la Patrulla Fronteriza en Falfurrias. Me siento agradecido por haber conocido hombres y mujeres que trabajan en la Patrulla Fronteriza y por su calidad profesional y respeto per la ley. Y al mismo tiempo, me quedé impresionado por su preocupación y disposición para ver a los inmigrantes, como seres humanos que deben ser tratados con respeto y dignidad. Yo vi su manera compasiva de tratarlos, la cual se manifestaba en atenciones; en sus vehículos, guardaban comida, agua y juguetes para ayudar a estas personas necesitadas.
Uno de estos oficiales compartió conmigo que tiene hijas y cuando ve a estos niños, ve a sus hijas.
Si bien no podemos abordar todas las cuestiones importantes de la dignidad humana como la pena de muerte, la eutanasia y el abuso de los ancianos a la vez, este mes de “Pro-Vida” nos da la oportunidad de reflexionar sobre la dignidad de toda vida humana. Podemos preguntarnos, ¿qué más podemos hacer para ser los siervos de Jesús en cada prójimo necesitado?