Ahora que el entusiasmo de la temporada navideña y el resplandor de la celebración del Año Nuevo han entrado en calma, volvemos poco a poco al ritmo de la vida cotidiana, que podría describirse mejor a través del Calendario Litúrgico como,” Tiempo Ordinario,” puede que al principio no parezca tan atractivo, pero la rutina de la vida diaria es el lugar perfecto para encontrarnos en una relación más cercana con Cristo.
Durante la temporada navideña, contemplamos el misterio de Dios hecho hombre, la Encarnación, y miramos hacia Dios con gratitud por haber creado ese canal de vida a través del cual se podría cumplir Su voluntad; la Santísima Virgen María. Pero en la emoción de los misterios profundos y gloriosos de Dios tomando un cuerpo humano, tal vez no se dedica suficiente tiempo a considerar la vida de la Sagrada Familia. Ciertamente, tenemos que el Domingo después de la Navidad se lo dedicamos a la Sagrada Familia y en el Evangelio leemos, acerca de María y José que perdieron al Niño Jesús por tres días mientras viajaban de regreso a Jerusalén, a donde habían ido a pasar la Pascua y finalmente lo encontraron en el templo. Además de esta historia, no sabemos mucho de la vida de Jesús cuando era niño. Leemos que fue obediente a sus padres, “y Jesús crecía en sabiduría, como en estatura, y en favor ante Dios y ante los hombres” (Lucas 2:52)
Este misterio de la vida de Jesús como niño en su hogar, nos ofrece una muy buena oportunidad de encontrar a Dios en la rutina ordinaria de la vida. El tuvo una niñez humana, como nosotros la tuvimos, su madre y su padre curaron y vendaron sus rodillas raspadas, cocinaron sus alimentos e hicieron todas esas pequeñas cosas que una familia es llamada a hacer. ¡Que bendición es saber que aun la más pequeña acción y el detalle, aparentemente más insignificante que forma parte de nuestra vida, es también parte del plan de Dios para acercarnos más a El! Con este entendimiento, no podemos considerar que ninguna parte de nuestra vida esta desperdiciada. La oportunidad de conocer y amar a Jesús más cercanamente viene en cada comida que preparamos, en cada tarea que completamos, y en cada conversación con nuestros padres o hijos. Estas no son parte de nuestra vida que pasan de largo hasta que la siguiente temporada o fiesta se aproxima. Por el contrario, es el tiempo que hace que la celebración de las fiestas sea más dulce y la temporada penitencial más significativa. Este es el tiempo en que Dios acondiciona nuestros corazones para recibirlo más plenamente.
Hay muchas maneras de orar y meditar sobre la Sagrada Familia, incluyendo la oración más simple:”! Jesús María y José, yo les amo, salven almas!” El Papa Francisco durante su predicación del Angelus, el año pasado, nos recomendó meditar sobre la ansiedad de María y José cuando no podían encontrar a Jesús. “Esta es la razón por la cual la familia de Nazaret es santa: porque estaba centrada en Jesús; toda la atención de María y José, toda su preocupación estaba dirigidas hacia El”. Dijo él. Después explicó, que nosotros debíamos sufrir esa misma ansiedad cuando se nos olvida Jesús. Pero, así como sus padres lo encontraron en el templo, así nosotros también lo podemos encontrar en nuestra parroquia local, esperando por nosotros en el Santísimo Sacramento y en cada persona que nos encontramos. Como María y José, tenemos la oportunidad de acercarnos a El, en cada momento.
Que Dios les bendiga a ustedes y a sus familias, especialmente en estos momentos ordinarios y en cada día “ordinario.”