Tocar, es un acto profundamente íntimo. Tocar físicamente a alguien implica una intención: “Quiero acercarme a ti”. Tocar transmite una especie de calidez de una persona a otra. El contacto de una persona con otra sugiere un cierto nivel de confianza y seguridad en la otra. También implica una vulnerabilidad en quienes se están tocando.
¿Qué logra una persona con un abrazo fuerte? ¿Por qué tanta exageración? Parece ser un acto que intenta primordialmente convertirse en una sola persona con la otra. Acaso ¿No sería suficiente decirle “te amo” a la otra persona manteniendo la distancia? No, eso no es suficiente. Es como si las personas que se abrazan intentaran acoger físicamente a la otra persona en sí mismas, pero el hecho de que sean corporales imposibilita esta unión.
¿No es toda expresión de intimidad y amor entre marido y mujer un intento de lograr la coxqxmunión más perfecta posible? De otra forma, todos esos comportamientos “extraños” no tendrían sentido. El amor entre los esposos utiliza muchas y variadas expresiones de comunión. La comunión es la expresión de una actitud, que conlleva un estado mental: “Quiero ser uno contigo porque te amo”. Me pregunto, ¿si no es eso en el ámbito de lo místico, lo mismo que a menudo se emplea, en el lenguaje marital?
Los seres humanos intentamos por todos los medios posibles lograr la comunión, siendo uno en mente, espíritu y cuerpo, pero esto es imposible porque estamos limitados por nuestra propia naturaleza física.
Pero ahora viene Cristo. Cristo desea restaurar nuestra plena comunión con el Padre, aquel de quien venimos. Cuando la raza humana fue creada; fue creada a imagen y semejanza de Dios. Ya desde el principio, tuvimos comunión con el Creador a pesar de que teníamos una naturaleza física. Sin embargo, nuestra naturaleza física no obstaculizó la capacidad de Dios para vivir en comunión con nosotros.
¿Cuál es el objetivo último de Cristo?: reunirnos con el Padre. Habíamos roto esa comunión, ese ser del uno en el otro. Por lo tanto nuestra comunión en y con Cristo es el “camino” por el que logramos la reconciliación y la comunión con el Padre en el Espíritu Santo. Ésta es la esencia y el poder del Bautismo. Estamos incorporados en Cristo, literalmente. Somos parte de su cuerpo, su cuerpo místico para lograr la comunión con el Padre.
La comunión también implica algo muy particular. Implica comunicación. Eso significa que los que están en comunión también están intercambiando vida y amor. Es un amor constante, dar, compartir y vivir en y con el otro. Esta es la oración. La oración es un discurso amoroso, una relación amorosa con Dios. La oración y la comunión son sinónimos. Pero por qué la Eucaristía. Porque somos seres físicos y no solo espirituales. En el cielo, no solo logramos la unión espiritual con Dios; el cuerpo también se incorpora a esta comunión.
Cuando Nuestro Señor Jesús, nos da la Eucaristía, está haciendo una realidad eterna, una realidad futura, que se hace presente en el ahora. Todos podemos unirnos espiritualmente a la Deidad. El cuerpo también está destinado a participar en esta comunión. Cristo mismo es el medio de esa comunión y sin él esa comunión es imposible. Somos uno, no solo con Dios, sino con todos los miembros del cuerpo místico de Cristo. Cuando recibimos la Eucaristía, estamos en unión conyugal con Dios. La Eucaristía se convierte en la forma más elevada de oración comunitaria porque ser uno con Dios es la comunicación de amor más íntima, más poderosa y completa entre nosotros y el Dios Trino.
La Comunión como unidad de personas y la Comunión como Sacramento difieren sólo en una forma; cuando se logra sacramentalmente, es de hecho y no solo de actitud o mente. El poder fundamental que nos vincula en la comunión, es el amor y el amor siempre busca al otro. La caridad, por definición, nunca busca lo propio, sino que busca el bien del otro. Así, la comunión perfecta, viviendo perfectamente el misterio eucarístico, da un fruto natural que no es coaccionado sino que nace libremente y que es el amor al otro. El otro siempre es visto como amado por Dios y; por tanto, quien alcanza el amor perfecto de Dios no puede sino adoptar el amor que Dios posee y que es un amor sin reservas a todas sus criaturas. Más caridad que esta, no podemos lograr, porque es amar como Dios ama.