Jude Victor Guajardo, (a la izquierda) su madre Paulette Guajardo y sus abuelos, Magdalena y Juan Manuel Rodriguez, son vistos aquí en un evento social.
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Es un decir que: “Cuando hacemos planes, Dios se ríe”, y Magdalena Rodríguez tenía un plan para sus cuatro hijos. Debían terminar high school, (preparatoria) ir a la universidad y casarse en ese orden. Está muy orgullosa de sus cuatro hijos, pero cuando iban creciendo, tuvo momentos difíciles y nos compartió: “cuando los hijos crecen y están fuera de tu control, solo Dios y María pueden cuidarlos.”
Magdalena dijo que su esposo y padre de sus hijos, Juan Manuel, era demasiado indulgente y prefería que fuera ella quien los disciplinara. Ella creció en un pueblo pequeño y tranquilo de México donde conoció a Juan Manuel, desde que tenía cinco años, porque era amigo de su hermano. Él era de Robstown y su familia solía visitarlos en México frecuentemente porque eran amistades muy cercanas. Cuando se casaron, se mudaron a Corpus Christi, donde tuvieron a su hijo, Johnny y a sus tres niñas, Amy, Paulette y Jessica.
Según esta mujer un tanto tímida y de voz suave, que ahora tiene 79 años, criar a sus hijos era mucho más fácil cuando eran pequeños. Era una madre que se quedaba en casa, que cosía la mayor parte de su ropa, y que se aseguraba de que estuvieran bien alimentados, limpios y criados con amor. Asistieron a la escuela primaria en la Academia Our Lady of Perpetual Help, y ella recuerda esos primeros años como los años seguros, “cuando todos vivían en una burbuja”.
Cuando la familia se mudó a Flour Bluff y los niños comenzaron a asistir a una escuela pública, fue cuando la burbuja explotó. Empezaron las preocupaciones porque estaban siendo introducidos al “mundo real”, un mundo que también fue un gran shock para ella. “¿Qué voy a hacer”, se preguntaba?
Ahora, mirando al pasado, recuerda que los años de adolescencia de sus hijos fueron más difíciles para ella. Eran adolescentes estándar que vivían en la década de los noventas, una era de música estridente y bandas de rock pesado. Sus hijos ya no querían ropa cosida a mano. Querían jeans y vestidos comprados en la tienda. Decidió trabajar medio tiempo, y lo hizo durante cuatro años en Sears, ayudando a complementar los ingresos de la familia, a pesar de que Juan Manuel tenía un excelente trabajo como mecánico de aviones en la base naval.
Cuando las escuelas empezaron a permitir que los adolescentes fueran a casa a almorzar, sus hijas comenzaron a traer amigos y chicos a su casa. Fue entonces que Magdalena decidió renunciar a su trabajo para poder vigilarlos. A sus hijas les gustaban los chicos y las invitaban a muchas fiestas, pero ella no siempre las dejaba ir. Antes de permitirles ir a la fiesta ella llamaba o se ponía en contacto con los padres del adolescente que se suponía, iba a tener la fiesta. “Fui muy cuidadosa con las relaciones de mis hijos porque no conocía a nadie”, dijo. “La vida había sido más simple en México, en donde todos conocían a todos los demás”.
![]() Paulette Guajardo (izquierda) recuerda a su madre, Magdalena Rodríguez (centro), como la madre estricta. Ella, a su vez, es más dura con su hijo Jude Victor (a la derecha) que su esposo Victor. Representan a tres generaciones de fieles católicos. Magdalena y su esposo Juan Manuel viven en el mismo barrio que la familia Guajardo y permanecen cerca. Foto contribuida |
Se aseguró de que los niños asistieran a clases de catecismo en la parroquia de San Pablo Apóstol y los vigilaba a través de un diácono de la iglesia, ya que él le avisaría si alguno de sus hijos faltaba a una clase. Le preocupaba mucho que su hijo no terminara high school. Ocasionalmente, recibía llamadas de la escuela diciéndole que alguno o más de uno de sus hijos tenía problemas. “Pensé que estaban siendo groseros o rebeldes y si no respondían correctamente, me enojaba mucho”, dijo.
Ella oró y habló con su pastor, el padre Mark Chamberlin, ahora Monseñor, y se involucró más con la comunidad que le rodeaba. Ella dijo, “de alguna manera, Dios me dio la fuerza para ser dura con ellos”.
El primer tropiezo en el plan de Magdalena ocurrió después de que su hijo Johnny, que apenas había terminado high school, anunció que se uniría a la Fuerza Aérea. Para ella, su hijo todavía era un niño pequeño. “Nunca había estado solo”, dijo ella. Pero él se mantuvo firme “y el día que se fue, parecía que todos estábamos en un funeral”. Ahora, ella se da cuenta de que probablemente fue lo mejor para él. Después de servir 24 años, se ha retirado y vive en Carolina del Norte con su esposa e hija. “Esa fue mi la oración y Dios nos cuidó a todos,” dijo Magdalena.
Su hija Paulette Guajardo fue diferente a sus otros hijos en muchos aspectos. Mientras que la mayoría se mudó de ciudad, ella permaneció cerca de sus padres. Estudió en la Universidad Texas A&M Corpus Christi y obtuvo una licenciatura en negocios. Su primer trabajo en telemarketing le enseñó sobre ventas. Sorprendió a su madre cuando con tan solo 24 años, su hija tuvo el valor de iniciar su propio negocio, la agencia de seguros “Allstate Insurance”. “¡Paulette era otra cosa! Iba a 100 millas por minuto”. Paulette ahora es miembro del Concilio de la Ciudad de Corpus Christi y es parte de varios comités directivos. También forma parte del Comité de Revisión de Ciudadanos al Servicio de Protección Infantil y es voluntaria donando su tiempo en Incarnate Word Academy, donde su hijo, Jude Victor, asiste a la escuela secundaria.
“Simplemente me encanta. Es solo una parte de quien soy. Nunca soñé, que algún día estaría sirviendo a la Ciudad de Corpus Christi, pero nuevamente, nuestros sueños son irrelevantes, lo que Dios quiere es lo que realmente importa”, dijo Paulette.
Magdalena recuerda a su propio padre como un hombre activo, al que le gustaban mucho los negocios y que amaba a la comunidad. “Repartía reconocimientos en las escuelas, y le encantaba dar donaciones a organizaciones benéficas. Supongo que de ahí fue de donde lo sacó.”
Su hija mayor, Amy, fue a la universidad en San Antonio, se graduó, consiguió un buen trabajo y se casó. “Desde que ella se fue a la universidad, se hizo muy responsable”, no así su hija Jessica, recuerda Magdalena, “Jessica, era la silvestre. Ella nunca quiso volver a la escuela”.
“Finalmente, ella regresó cuando se dió cuenta de la importancia que tiene obtener un título”, dijo Guajardo, hablando por su hermana. “Ahora es maestra y siempre está en la escuela”, añadió, intercambiando sonrisas con su madre.
“Los cuidé, de la misma manera que mi madre lo hizo conmigo y con la gracia de Dios, salieron bien”, dijo Magdalena, quien ahora es feligrés de la parroquia de San Juan Bautista. Es también Guadalupana y coordinadora del grupo de adoración, también es miembro de un grupo de formación de fe en español llamado, Caminando en la fe y visita a los residentes en Villa South. Ella continúa aprendiendo sobre su fe católica a través de su “gran maestro, el padre Rodolfo D. Vásquez”, tiene un matrimonio de más de 50 años y dos nietos.
Magdalena esta agradecida con su hija y dijo: “Paulette me ha hecho participe de su vida y sus actividades. Me ha hecho salir de mi zona de comodidad, para trabajar con ella, ya por 15 años en su agencia de seguros Allstate.” Magdalena y Juan Manuel viven muy cerca de los Guajardo, de manera que pueden ver a su nieto, Jude Victor con frecuencia, él cursa el séptimo grado en la Academia del Verbo Encarnado.
Paulette dice que su mamá la ha influenciado en la manera de criar a su hijo. Porque como su mamá ella es más estricta con él que su marido.
Para Magdalena, la fe Católica ha sido el “pilar” fundamental de la vida familiar. Esta muy orgullosa de cada uno de sus hijos. “Los cuatro son completamente diferentes y tienen distintos talentos.” Dijo ella. “El mejor consejo que puedo dar a las madres que batallan con sus hijos es que recen y confíen en Dios.” El siempre tiene un plan.