Acompañé a un grupo de diez estudiantes de la Universidad Texas A&M -Corpus Christi, pertenecientes al Newman Center, en un viaje de servicio a la Escuela Café con Leche en la República Dominicana. Nos sumergimos en una experiencia cultural de servicio, comunidad y espiritualidad. Profundizamos nuestra relación con Dios y entre nosotros mismos, a través del servicio. El amor, la novedad, la apertura, los múltiples encuentros que experimentamos y el entusiasmo de todos fueron los elementos que dieron origen al ecosistema que nos alimentó durante toda la semana. Fue en ese ecosistema donde todos florecimos mientras adquiríamos profundos conocimientos sobre la vida.
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El viaje del equipo comenzó mucho antes que el viaje en sí. En septiembre de 2019, comenzamos a reunirnos regularmente una vez por semana para prepararnos individualmente y en grupo. Esta preparación consistió en mucho trabajo, recaudación de fondos, reflexión personal, oración, papeleo y desarrollo de actividades escolares. Durante este tiempo, experimentamos un hermoso crecimiento como individuos y como comunidad. "Dios estuvo presente en todo esto, incluso antes de que nos fuéramos, estuvimos recaudando fondos y preparando nuestros corazones para servir a estos niños, y lo continuamos durante todo el viaje", dijo Jessie Baza.
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El amor de Dios nos fortaleció a lo largo de este período de muchas maneras, especialmente a través del inmenso apoyo de nuestra comunidad Newman y de muchas parroquias locales, así como de organizaciones e individuos, que hicieron posible este viaje, gracias a sus donaciones y regalos personales.
El grupo llegó a Santo Domingo el 7 de marzo, antes de que el coronavirus se convirtiera en una pandemia. El pequeño grupo trabajó con niños pequeños en una de las escuelas de los barrios más empobrecidos en las afueras de la capital del país. Y fueron hospedados por un grupo Focolare que vivía en una casa cercana.
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El primer día en la escuela, Café con leche, tuvimos la impresión de que a veces había cierta desorganización. Sin embargo, había una poderosa sensación de armonía, que te llevaba y te hacía girar en esa atmósfera de amor que enseñan y practican en la escuela. Nuestro tiempo allí fue una "escuela de vida", en donde nos regalaron muchísimas lecciones fundamentales, en tan solo siete días.
La estudiante de segundo año, Shania Esquivel, compartió que durante su semana de servicio, pudieron enseñar a los niños algunas palabras en inglés, también a bailar, a hacer limo, (make slime) a hablarles de nuestra tradicional fiesta de Acción de Gracias y mucho más. "La sensación de ver a los niños tan felices y agradecidos por lo que habían tenido me impactó enormemente", dijo. “Si bien les enseñamos muchas cosas a los estudiantes, ultimadamente, quien aprendía mas al final del día, era yo. Pude aprender sobre su cultura, sus formas de vida, sus alimentos, nuevos para mi, su idioma, pero sobre todo, cómo apreciar mas, todo lo que Dios me ha dado".
¡Toda la experiencia fue asombrosa! Nos sentimos muy bendecidos por haber sido llamados a ser parte de ello. Nos sumergimos en una vida comunitaria, cuya mentalidad constante es "la entrega de sí mismo”, en la corriente mental que vivíamos, en donde estábamos haciendo nuevos amigos en el centro de retiros y en la escuela así como en una cultura diferente, nos hizo ser más dependientes el uno del otro. Nos abrió el camino para deslizarnos hacia la poderosa experiencia de Dios que cada uno de nosotros tuvo. Una de las principales conclusiones de esta experiencia es que cada participante reflexionó sobre la realidad vivida en esos días; es la experiencia del amor. Muchos de los estudiantes se refirieron a ello de varias maneras.
“Esta experiencia me ha abierto los ojos al amor de Dios. Los estudiantes de Café con Leche realmente me mostraron cómo amar a mi prójimo. Me esfuerzo por amar como ellos”, dijo Katelyn Jezierski.
Y otra estudiante, Natasha Medina dijo: "Sentí a Dios cuando vimos dónde vivían estos niños, realmente conmovió mi corazón, definitivamente fue desgarrador verlo, pero me recordó que debo estar muy agradecida por todo lo que tengo".
“El amor que se mostró en la República Dominicana es un amor tan profundo que realmente no se puede expresar con palabras. Solo puedo relacionarlo al sentimiento y al tipo de amor que Dios nos ha dado”, dijo Shania Esquivel.
Y Aliciana Mireles compartió: “Lo más destacado para mí fue el amor incondicional que recibí de los niños de Café con Leche. Independientemente de las dificultades que estos niños experimentan a diario, nunca dejan de expresar el amor que se tienen entre ellos y hacia nosotros".
Jessie Baza compartió una valiosa lección sobre humildad y amor desinteresado con nosotros. Ella dijo que cuando comenzaron la actividad de la "lámpara de lava", quería saltar y enseñar a los niños, pero había otras personas en su grupo más adecuadas para hacerlo, ya que sabía muy poco español. "Al principio me sentí triste porque no me estaba conectando con los niños, pero luego me di cuenta de que organizar la actividad con otro miembro del equipo era lo que podía hacer con mis talentos para servir a estos niños. Aprendí que necesitaba ser humilde y dejar que otros usaran sus dones para comunicarse con los niños, así como también usar mis propios dones para servirles mejor. Cuando todos hicimos lo que podíamos hacer, el trabajo fluyó y me hizo feliz saber que estábamos dándolo todo por y para los niños”.
El aspecto de comunidad y espiritualidad durante estos días fue una pieza clave en toda esta experiencia, ya que nos apoyamos y enriquecimos mutuamente de maneras impensables; expresaron en sus propias palabras, Yasmin Sánchez y Michael Lozano, respectivamente: “¡Vivir en comunidad durante una semana fue mucho mejor de lo que yo esperaba! Vi a Dios en cada uno de mis hermanos y hermanas a medida que crecía nuestra cercanía. Entre risas y luchas y día con día nos comunicábamos mejor. A pesar de estar fuera de mi zona de confort, nunca me sentí incómoda”, dijo Sánchez. “Comenzábamos cada mañana con una intención, asistíamos a misa todos los días y orábamos durante todo el día. Desde entonces, he estado orando, hasta por las razones más pequeñas".
Hemos creado lazos inquebrantables a través de los momentos tanto sencillos como de mayor dificultad. Crecimos juntos en esta experiencia, y las palabras no pueden describir cuánto les agradezco por todo lo vivido", dijo Lozano.
"Vi la presencia de Dios durante toda la semana a través de Marisol, directora de la escuela, de los voluntarios y de los maestros", recuerda Mireles. "Marisol compartió algunas palabras increíbles con nosotros y declaró que, independientemente de dónde estuviéramos en el mundo, siempre seríamos familia porque todos somos hijos del mismo Padre, y así se demostró durante toda la semana".
Nunca imaginamos que al final de la semana, regresaríamos a a un mundo diferente del que habíamos dejado; “Durante este tiempo de crisis global, este viaje de servicio le ha dado una nueva perspectiva a mi vida, como pasante en la universidad, dijo Jessie Baza. "La vida es frágil y los planes cambian rápidamente, nuestra experiencia me ha enseñado a fluir con la corriente, porque no podemos tener control de cada situación".
“Así como nuestras actividades planificadas cambiaron en la República Dominicana, las circunstancias han cambiado aquí en casa. Ya no terminaré mi último semestre de la escuela de enfermería en persona, y sigo enfrentando nuevos obstáculos cada día que pasa. Lo que importa y lo que debo tener en cuenta es el objetivo final, que es la razón por la que voy a la escuela de enfermería; para ayudar a mis futuros pacientes a sentirse atendidos y obtener la ayuda médica que merecen”, explicó Baza.
Algunos miembros del grupo tuvieron que decir un adiós inesperado y temprano a aquellos que se quedarán en TAMU-CC el próximo semestre. Melanie Walz es una de esas estudiantes de quien tuvimos que despedirnos rápidamente mientras empacaba y se preparaba para regresar a casa, donde terminará este semestre y esperará para transferirse a su nueva universidad.
“Creo y espero, ya que muchos eventos han sido cancelados, como la asistencia a la escuela y a las misas, que continuaremos comprometiendo nuestros corazones a confiar en Dios y a servir, en este momento. Definitivamente es una situación difícil, pero Dios hace todo por alguna razón. Tiene un plan y debemos confiar en El”, dijo Walz. “Creo que nuestro viaje misionero, en cierto modo, fue la preparación para el brote epidemico. Al menos lo fue para mí. Creo que nuestro viaje de servicio condujo nuestra fe y confianza en Dios a un nivel superior, nos acercó en nuestra relación con El, así como con quienes nos rodean. Espero que nuestra confianza solo aumente durante esta crisis global y también que podamos ayudar a otros, a hacer lo mismo durante este tiempo".
Mireles compartió que después de regresar a casa, fue a la tienda a comprar algo y que, en un instante, un hombre tomó el mismo artículo que ella quería. “Al principio, volví a sentir como antes, pero cuando miré alrededor, me di cuenta de que él estaba con sus dos hijos y su esposa y de que podía prescindir de ese alimento, porque otros podrían necesitarlo más que yo ", dijo. “Realmente siento que esta experiencia me ha hecho más agradecida. Me hizo apreciar las cosas que tengo y tratar de trabajar dentro de mis posibilidades y no ser egoísta al comprar suministros".
En muchos sentidos, el grupo se preparó para dificultades eventuales, pero en realidad, nunca puedes estar suficientemente preparado, para el momento en que las experimentas. Estos contratiempos siempre surgieron de las formas más inesperadas y nos desafiaron a superarlos.
Sánchez compartió que vio la mano de Dios en todas partes, especialmente en la casa del grupo Focolare donde se hospedaron. “Las mujeres nos acogieron amablemente, nos recibían con los brazos abiertos muy temprano por las mañanas, y también todas las noches; nos ofrecían comidas gourmet, nos ayudaban y estaban dispuestas a escuchar como había ido nuestro día. Dios brilló a través de su amabilidad al servirnos en medio de sus vidas cotidianas, con compasión y amor sin importar nada”.
Sánchez dijo que ella luchó para reprimir las risas y los chistes al mínimo en momentos inapropiados como cuando los demás rezaban o hablaban. “Me costó trabajo no tener todo el closet para mí solita y poder armar mis atuendos. Luché contra los mosquitos en medio de la noche, para que no me picaran (las cuales eran muy cortas y dormía poco). Me costó trabajo saber escuchar, cuando más bien estaba lista para descansar. Me costó trabajo mantener mis cosas reunidas en un área limitada al tener que compartir un espacio reducido”.
Ella dijo que superó todas esas molestias y restricciones enfocándose un poco más en Dios a través de todo lo que enfrentó. “Comencé disculpándome con aquellos que ignoré. Las picaduras de mosquitos y la picazón fueron un recordatorio de que estaba en otro país y que no era solo para mí, así que se lo ofrecí a Dios. Me esforcé por ser paciente y aprendí a escuchar porque me gustaría lo mismo para mí, y por último, aprendí a organizarme en el espacio reducido que me habían brindado, dijo Sánchez. "Hice una pequeña sección de ropa sucia, otra sección de ropa para mañana, y otra de no sé ¿para qué te empaqué?".
La experiencia fue un regalo para cada uno de nosotros que seguirá modelando nuestras vidas a través del tiempo. Fue una experiencia transformadora llena de gracias que se desparramarán a lo largo de nuestras vidas.
Bea Romo forma parte de los laicos consagrados del movimiento Focolare. Ella acompaña a los jóvenes en su viaje de fe, ofreciendo dirección espiritual a los estudiantes del Centro Newman de TAMUCC y de la Parroquia de la Sagrada Familia.