La semana pasada, con gran conmoción y pena, nos dimos cuenta de la tragedia masiva que ocurrió en La Primera Iglesia Bautista del poblado de Sutherland Springs, Texas. Sucedió en el Día de Nuestro Señor cuando los pacíficos parroquianos de la iglesia se reunían para alabar a Dios. Nuestros corazones sufren especialmente por las víctimas inocentes y sus familias. Lo que nos hace tomar a pecho esta tragedia en particular es que este triste hecho sucedió solo a una corta distancia de nuestra diócesis. Estos son nuestros vecinos. Son nuestros amigos. Son nuestros hermanos en Cristo.
Junto con los obispos Católicos de Texas, condeno esta violencia que no es nada más que un horrible asalto en contra de la dignidad y el respeto de la inocente vida humana que nuestro amoroso Dios nos pide proteger desde la concepción hasta la muerte.
Repito aquí lo que mis hermanos obispos y yo afirmamos en nuestra declaración justo después de la tragedia “…que deberíamos caer de rodillas en oración en este momento de desastre…que debemos rezar por sabiduría y coraje para hacer lo que esté a nuestro alcance para luchar contra la violencia y a favor de la vida. Con caridad y paz en nuestros corazones, debemos decidirnos a prevenir esta violencia insensata." ¡La violencia jamás se puede justificar en absoluto!
Hago un llamado a nuestra comunidad cristiana en la Diócesis de Corpus Christi para orar encarecidamente a nuestro Dios y Padre por las almas de los difuntos, sus familias y amistades, y por la comunidad de Sutherland Springs. De la misma manera, oramos por nuestra sociedad lastimada de tantas maneras. Jamás claudiquemos por lo que oró y murió Jesús: “…que todos seamos uno.”
Que Jesús el Príncipe de Paz y su madre María, la Reina de Paz, nos guíe en creer y trabajar para una cultura de vida y de paz.
Con un ustedes en mi pensamiento y en mis oraciones, se despide
Atentamente en Cristo,
+Más Reverendo. Wm. Michael Mulvey Obispo de Corpus Christi