Un guía espiritual muy sabio, reflexionó una vez que cuando lleguemos al cielo, el Señor no nos preguntará: “¿Qué hiciste por mí?”, Sino más bien “¿Qué tan bien recibiste mi amor?” Cristo nos da un mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Cuando San Juan dice en su Primera Carta (4,10): “El amor consiste en esto, no en que hayamos amado a Dios, sino en que él nos ha amado”, enfatiza algo que es absolutamente esencial para nosotros como cristianos. Amar como ama Cristo, en primer lugar, significa que hemos llegado a experimentar el amor que Dios tiene por nosotros. Si no hemos aceptado e interiorizado realmente este amor, entonces es imposible amar a otra persona como Cristo nos amó a nosotros. Creo que este es uno de los aspectos más cruciales de nuestra fe que debe aceptarse como la base de nuestras vidas. Antes tenemos que reconocer que Dios nos ha amado primero y que nos ama personalmente. El amor de Dios debe recibirse primero en lo más profundo de nuestro corazón. Entonces, el amor de Cristo “nos impulsa” a amarnos los unos a los otros (cf. 2 Cor. 5, 14).
En el lenguaje contemporáneo, la palabra “amor” parece haber perdido su esplendor.
A veces distinguimos entre “amor” y “querer”, siendo el primero algo de peso e importante, y el segundo se refiere principalmente a un sentimiento relativamente superficial. Pero el amor (caritas / caridad) es esencialmente querer el bien del otro. Cuando vivía en Italia, me sorprendió el hecho de que un marido y una mujer se decían más comúnmente “Ti voglio bene” (literalmente: ‘ Te quiero / te haré el bien’), en lugar del más literal: “Ti amo” (‘¡Te amo!’).
La expresión italiana captura la esencia de lo que es el amor: desear el bien del otro. Dios nos ama así: quiere el bien para cada uno de nosotros.
“¡Eso es Amore!”
Ahora bien, si así es como Dios nos ama y luego nos manda amarnos los unos a los otros de la misma manera, ¿qué es lo que implica esto? En su Evangelio, San Juan inicia los discursos de la Última Cena con una frase importante: “El amó a los suyos quienes estaban en el mundo y los amó hasta el final” (13: 1). Este amor se demuestra de manera tan poderosa en el lavatorio de los pies y en la culminación del amor de Cristo muriendo por nosotros en la cruz. Jesús no solo nos muestra cómo (medimos) el amar, sino que también nos da el poder para lograrlo a través de su gracia. Amar hasta el final es en verdad amar como Cristo nos ama.
Recuerdo haber leído una historia conmovedora sobre un estudiante universitario católico que se hizo amigo de un compañero musulmán. Se hicieron verdaderamente muy buenos amigos y compartieron entre ellos, sus creencias y su forma de vida.
En un momento, su amigo musulmán, convencido de la verdad de Jesucristo, expresó su deseo de convertirse al cristianismo, pero temía que su familia lo repudiara. Su amigo católico no sabía qué decir. Por un lado, estaba emocionado de que su amigo musulmán hubiera llegado a creer en Cristo y, por otro lado, entendía la complejidad de su dilema. No podía simplemente decirle a su amigo musulmán: “bueno, Jesús dijo que quizás tengamos que renunciar a todo para seguirlo”. Fácil para él decirlo; él no iba a perder nada. Se dio cuenta de que tendría que acompañar a su amigo musulmán en la fe cristiana (no tan solo ser un padrino), y eso significaría que tendría que estar d ispuesto a ser la nueva familia de este hombre, que tendría un viaje de vida con él”. hasta el final. Estaba siendo llamado a amar como Cristo ama.
En el mundo actual, a menudo nos sentimos tentados a cortar la comunicación con aquellos con quienes no estamos de acuerdo o que ven las cosas de manera diferente a nosotros. Estamos dispuestos a argumentar nuestro punto de vista, a ofrecer consejo e incluso a tener la última palabra, pero ¿estamos dispuestos a amar hasta el final? Como el Buen Samaritano, ¿estamos dispuestos a la “inconveniencia” y ayudarlos en el viaje? ¿a “pagar” el precio de lo que esto pudiera ocasionar? Dios coloca a las personas en nuestras vidas para darnos la oportunidad de ofrecerles el amor de Cristo Jesús.
Jesús nos da un mandamiento nuevo: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Cristo nos amó “hasta el final”, entregando su vida para que nosotros vivamos, El camina con nosotros en el peregrinar de la vida.
Él nunca se rinde ni nos deja atrás. Ojalá que a cambio, nosotros amemos como Él nos amó: amándonos unos a otros hasta el final, a pesar de las debilidades y fallas de nuestros vecinos. Porque es en esto en lo que seremos conocidos: en si hemos amado con el amor de Cristo.